Es extenso, pero vale la pena.
PARIS.– “La guerra es abominable. Por eso es que defiendo la proliferación nuclear...” Esta frase contradictoria resume el pensamiento del general (RE) Pierre-Marie Gallois, defensor de la doctrina de disuasión nuclear francesa. Gallois fue, con Charles Ailleret, André Beaufre y Lucien Poirier, uno de los llamados “cuatro generales del Apocalipsis”, apodo que se ganaron en los años 60.
Tiempo después de culminar sus estudios militares, como piloto de guerra se unió a las fuerzas francesas que, tras la capitulación de 1940, siguieron al general Charles de Gaulle. Pronto comprendió el poder del átomo y el cambio que representarían las armas atómicas para el orden estratégico mundial. Cuando explotó la primera bomba nuclear, Gallois estaba en Londres. Apenas terminó la Segunda Guerra Mundial, se puso en campaña para que Francia adquiriera esa tecnología.
Pese a las dudas que tal denominación suele provocar cuando se la aplica a él, Gallois es un intelectual por derecho propio. Su obra mayor, Estrategia en la era nuclear, fue escrita en 1960. Además de ese título, Gallois publicó una veintena de libros. El último, de 2002, se llama Deber de verdad . "Una bomba, un avión y diez hombres pusieron fin a una guerra de exterminio que había movilizado a millones de personas, toneladas de material militar, aviones y barcos", dice Gallois, en una entrevista con LA NACION. "Diez hombres y una bomba, y la guerra se terminó", repite.
En estos momentos de preocupación mundial por los programas nucleares iraní y norcoreano, Gallois critica "la posición políticamente correcta, pero hipócrita" de las potencias nucleares reconocidas y sostiene que la proliferación es un factor de estabilidad que hace que la guerra esté prohibida.
-¿Cree que la bomba atómica cambió radicalmente la relación entre los Estados?
-Por ejemplo, los diferendos que existen entre China y la India no permiten ahora enfrentamientos importantes. La pelea que hubo entre Rusia y China a fines de los años 50 terminó sin una guerra. Naturalmente, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia se miraron como perros de pelea durante cuarenta años sin llegar al estado de guerra. Cuando hubo una crisis grave, como fue la de Cuba, la guerra no estalló. Y, más recientemente, Paquistán y la India estuvieron en guerra por la región de Cachemira. Se enfrentaron en dos guerras clásicas, pero con el arsenal nuclear ambos países se vieron obligados a negociar.
-¿La bomba atómica, entonces, sería un factor de estabilidad?
-Un viejo mariscal chino predijo en 1958, en declaraciones a la agencia Reuters, que mientras más países adoptaran la tecnología nuclear militar más paz habría en el mundo. Ahora vemos que toda Asia está girando hacia lo nuclear. Rusia es nuclear, al igual que China, Paquistán y la India. Corea del Norte quizá ya lo sea y, si las cosas siguen normalmente, la reunificación de las dos Coreas algún día hará de la península coreana un país de 80 millones de habitantes que será una potencia atómica en el mundo. Esto obligará a Japón a convertirse en una más. Para los japoneses, por su industria, será una operación relativamente fácil.
-Su visión es un tanto paradójica, porque va en contra del consenso occidental, que se opone a la proliferación...
-Podemos pensar en la perspectiva del futuro cercano con un continente asiático dotado de armas nucleares. ¿Qué significa esto? Que esos pueblos deberán respetarse. Naturalmente, habrá rivalidades, peleas, cruces diplomáticos, ambiciones, escaramuzas, pero se evitarán las grandes masacres que Europa conoció por culpa de Alemania y de sus ambiciones. A esto hay que agregar que esa región del mundo será una de las más pobladas y que para mantener la efectividad de su armamento nuclear harán esfuerzos científicos y técnicos que beneficiarán a sus economías. Por lo tanto, de una manera optimista se puede pensar que en esa parte del mundo, y por primera vez en la historia de la humanidad, millones de personas deberán respetarse y no dejarse llevar en combates como los que destruyeron Europa. Es una perspectiva totalmente nueva, en la que se puede inscribir Irán.
-¿Y qué habría que hacer con el Tratado de No Proliferación?
-La política de no proliferación está totalmente falseada. Se inspiró en principios morales respetables, pero con una segunda intención que lo es menos. Cuando los Estados Unidos construyeron la bomba atómica se dieron cuenta de que era un arma suprema, como la humanidad jamás había conocido. De inmediato comprendieron que el que la tuviera en su arsenal tendría privilegios. La primera idea fue mantener ese privilegio para ellos mismos. Pero después vieron que el genio nuclear no podría quedarse en su botella. En 1949, la URSS se convirtió en una potencia nuclear. La siguieron Gran Bretaña, Francia y China. A estas potencias se las considera nuclearmente aceptables y políticamente correctas. Estas potencias tuvieron siempre el profundo deseo de conservar ese privilegio. El rechazo a la proliferación nuclear se basa primero en el rechazo a un arma letal, pero, sobre todo, se basa en el rechazo al apetito de potencia, de poder. Lo sorprenderé, pero en cierta manera se puede ser un apóstol de la paz defendiendo las armas nucleares. Es una paradoja, pero es una realidad que hace que la guerra esté prohibida.
-Considere esta hipótesis: si el Estado en cuestión estuviera dirigido por un lunático, el hecho de que adquiriese un arma nuclear podría ser bastante preocupante. Estoy pensando en el líder norcoreano o en el presidente iraní, que repitió en varias ocasiones su deseo de borrar a Israel del mapa...
-Cuando estuve en la OTAN trabajé en la planificación estratégica. Con mis colegas estudiamos esos casos. ¿Qué pasaría si estas armas cayeran en manos de alguien irracional? Por ejemplo, si Nikita Khruschev hubiera dado la orden de atacar Estados Unidos. Estamos persuadidos de que su propia gente lo hubiera liquidado antes. Hubiera sido así, porque la disuasión nuclear no se pone en marcha con un solo hombre, sino que son centenares los que se necesitan para manejar armas secretas y sofisticadas. Ellos tienen un nivel de educación elevado. Además, en los Estados autoritarios ellos son personas que gozan de condiciones materiales considerables. Llevan muy buena vida y no tienen la menor intención de perderla. Lanzar su propia destrucción no los atrae en lo más mínimo, porque saben que si usaran esas armas la respuesta de las potencias nucleares sería inmediata e instantánea.
-Visto así, parece lógico... pero me deja perplejo.
-Siempre es posible encontrar un loco, pero encontrar todo un equipo dirigente de locos es más raro. Difícilmente tomarían el riesgo de una aventura semejante.
-Contemplemos otra hipótesis, temida por las grandes potencias: que grupos terroristas puedan procurarse la tecnología nuclear para fabricar bombas.
-Contra ese peligro no se puede hacer nada, porque no hay represalia posible. Es curioso que la humanidad avance más hacia el sacrificio. Yo hubiera pensado que tendería más a mantenerse con vida... Veamos: la bomba atómica de un Estado no es un peligro. La bomba atómica individual puede serlo, pero en este caso no puede desencadenar un drama mundial. Un atentado podría matar, en efecto, cien mil, doscientas mil o trescientas mil personas de un golpe, pero luego el mundo seguiría adelante. Sería un tsunami gigante.
-¿Cuáles cree que serían las motivaciones del régimen iraní para tener la bomba atómica?
-Pongámonos en la piel de un iraní antes de juzgarlo. ¿Qué puede pensar? El dirigente iraní se acuerda de que en 1940 su país fue invadido por los ingleses y por los rusos. Fue dividido en dos zonas y les ocuparon el territorio. A principios de los años 50, cuando recuperaron la libertad, quisieron sacar provecho de las nuevas riquezas, el petróleo y el gas. Acto seguido, las empresas extranjeras llegaron para comerse parte de la torta. Quisieron aumentar la suya propia, y nacionalizaron esas riquezas. La consecuencia: las intrigas hicieron que Mohammad Mossadeq renunciara. Vino el sha. Era pro occidental y luego, naturalmente, se convirtió en nacionalista, ocupándose de los intereses de su país. Cuando quiso aumentar la potencia económica se produjo la revolución de 1979. Llegó Khomeini con un nuevo nacionalismo, entretenido con un nuevo factor determinante. El actual líder iraní constata que Estados Unidos está en la frontera de Irak y en Afganistán. En el Norte, Rusia es nuclear. China, Paquistán y la India también, y Corea del Norte quizá lo sea. ¿Por qué no él? Se puede tejer este razonamiento para comprenderlo.
-Para usted, Irán no va a renunciar al arma nuclear.
-Irán no puede renunciar. Es el único país donde los clérigos, los intelectuales y los jóvenes estarían dispuestos a montarse como escudos humanos para defender las instalaciones nucleares. En Europa sucede lo opuesto. Cada vez que hay un convoy nuclear hay protestas. Lo nuclear es para ellos algo sagrado y el poder lo tiene en cuenta.
Por Patricio Arana Para LA NACION
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/852326
1 comentario:
igual medio pendejo que haya tanta bomba nuclear, pero no puede ser que estados unidos y sus patas sean los únicos que tengan.
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