sábado, diciembre 08, 2007

Arte y sociedad; a propósito del show Mezcla, de Vania Masías


El Dilema de Bernarda
Por Marco Velarde

El domingo tuve la oportunidad de asistir a la última presentación de la obra “Mezcla”. Vania Masías nos muestra una historia basada en las vivencias reales de sus alumnos y amigas a través de una extraordinaria producción shakesperiana. Pone en primer plano un “West Side Story” peruano e intenta sensibilizarnos sobre las equivocadas actitudes que cargamos los peruanos con gran orgullo e hipocresía. Siendo menos que un conocedor aficionado de las artes, veo que la noble intención de Vania, a través de esta fascinante obra nacional, debería dejar a sus espectadores con algunas interrogantes como las dejó al presente.

Al ingresar al teatro encontré un público socioeconómico homogéneo, racialmente diverso y de todas las edades. Podría decirse que la cultura popular peruana se encuentra el día de hoy más cerca del teatro que en el pasado. Sin embargo, aún existe una limitante; el consumidor peruano en general, debido a la poca inversión pública y privada en años anteriores, arrastra una cultura poco congruente con el teatro y otras formas de arte más sofisticadas, a comparación a la penetración de estas en otros países. Ello es lamentable debido al potencial enriquecimiento intelectual que deja de ganar la sociedad a través del arte.

En esta ocasión, Vania ha logrado canalizar su experiencia internacional y emprendedurismo a la integración social del Perú. Esta sensibilidad puede haber sido adquirida en su proyección en el extranjero como peruana. A pesar de vivir en sociedades con sus propios problemas y prejuicios, la artista probablemente pudo contrastar el respeto que se le da al ser humano en países con mayor igualdad social, dejando así de lado los estigmas y estereotipos tan propios de nuestra sociedad, pero tan pocas veces enfrentados. No nos deja con ninguna respuesta, siendo este no el lugar del arte per se, pero si nos invita a reflexionar, en ocasiones al estilo irónico de la “China Tudela”, y a solucionar nuestros prejuicios, que desde una perspectiva personal los entiendo cómo una enfermedad silenciosa que impacta la eficiencia de muchas decisiones, tanto en el ámbito público, como en el ámbito privado, sin mencionar adentro del núcleo familiar.

Felizmente hoy podemos encontrar obras como esta; aptas para todo el público, entretenidas y de fondo amigable. Los protagonistas y el contenido son culturalmente diversos, ya que se debe a un mensaje de las mismas características. Los espectadores se llevan en una hora, la compleja narrativa de sus prejuicios en una dosis ligera y sin causar ofensas. Los niños y niñas terminan siendo los ganadores, se van a sus hogares con mejores oportunidades que nosotros; con ideas y aproximaciones de la realidad más justas que las nuestras que serán utilizadas el día de mañana. En el lado práctico, los niños llegan a disfrutar más del arte y soñarán algunos con nuevas opciones para sus futuros.

Finalmente, en definitiva esta ocasión nos lleva a pensar en que existe una conexión entre el progreso de las sociedades y el progreso de sus artes. Es bajo esta hipótesis que se encuentran los lazos entre las épocas de Pericles y Fidias; Lorenzo De Medici y Leonardo DaVinci; la Reina Isabel I y Shakespeare. Sin hacer comparaciones con la artista nacional podríamos considerar esta narración como un microcosmos de cómo puede influir el arte y la cultura dentro del desarrollo de las sociedades, cambiando estigmas, exponiendo los temas más complicados al centro de la discusión y formando mejores generaciones a través de su libre debate, es decir, empoderando a la sociedad a través del arte.

Entendemos que el arte y la cultura son considerados un tema “soft” dentro de las políticas públicas del Perú, pero esperamos que el apoyo al cine peruano por nuestros congresistas y líderes políticos sólo sea una primera señal de progreso, para despues pasar al apoyo e incentivo de la producción del arte y la cultura peruana en general.