El principio de las conspiraciones, para que sean eficaces, radica en:
1.
Su obviedad. La idea de una conspiración tiene que ser obvia, nada rebuscada, cero elementos complejos. Por ejemplo, que detrás de un candidato mediocre hay un Rasputín que lo ve y lo hace todo. Chávez detrás de Humala, Montesinos detrás de Fujimori. Fujimori (Alberto) detrás de Fujimori (Keiko).
2.
Cero originalidad. Tiene que ser algo que ya a todos se les haya ocurrido. Por ejemplo, ¿a quién han encuestado? ¿alguien conoce a alguien que haya sido preguntado por las encuestas? Entonces, todos sospechan que hay algo raro allí: Las encuestas son manipuladas. No es algo que a nadie se le ha pasado por la mente antes.
3.
Organizaciones secretas. Mientras más oscuro un procedimiento, mejor pensar en que las cosas se hacen porque una mano negra lo ordena. Así, los procedimientos estadísticos son oscuros, nadie los entiende, por ende, alguien debe ordenar su manipulación. Antes fueron las cifras de la CVR, ahora son las encuestas electorales.
4.
La idea de las conspiraciones desenfoca la atención. Mejor es echarle la culpa a estas organizaciones que en secreto confabulan con cifras y numeritos que nadie entiende cómo salieron a hablar sobre cómo los candidatos y los partidos la embarran todo el tiempo. ¿No es cierto, Ollanta Humala? ¿Mejor hablar de voto escondido y vergonzante, que reconocer los errores?
5.
#todoencaja. Mientras más elementos obvios le metas a la mezcla, mejor. Así, detrás de todo siempre está la CIA o Alan GarCIA, o Montesinos (la CIA) y sus andamiajes, o Fujimori (la CIA). Uno de nuestros mejores conspiranoicos es Javier Diez Canseco. Sus columnas son una delicia. O las columnas de Raul Wiener.
Entonces, ahora que tienes varios partidos que no levantan, mejor echarle la culpa al mensajero que a los encuestados: Todo es parte de una conspiración de Apoyo/Imasen/Datum/CPI para que Toledo gane. (Por supuesto, si Toledo iría segundo, diría lo mismo, no nos engañemos). #TodoEncaja.