A Alto Trujillo llegamos como a las nueve de la mañana, y en la manzana que nos tocó había dos clubes de billar. Algunos jugadores estaban desde temprano, otros van llegando, algunos toman cerveza. Pura arena, pura arena del desierto, la calor arrecia y no hay nada que haga sombra. Además de los encuestadores circulan los lectores de la Biblia, con camisa, corbata y gorritos blancos tipo pescador. Puerta por puerta.
Por ratos pasa el micro que llega hasta la zona, a toda velocidad, levantando mucho polvo. “O gringo americano, ven para hablar de política!” Y ya pues yo voy y trato de explicarle al señor que no me va a convencer de votar por Alan. “Caballazo ya ha reconocido sus errores”, me dice. “Lourdes Flores es perder el tiempo, no sabe ni lo que es tener hijos”. Al costado, su nieta la Mayumi juega con otras niñas, todos estamos en la sombra que hace la entrada a una casa, al lado del puesto de raspadillas de a treinta.
Son las nueve pero varias casas tienen la radio prendida a todo volumen: reguetón y una radio zonal van dando la hora. “Pregúntame a mí gringo, no tengas miedo”. Toca encuestar a una señora. “Si las elecciones fueran pasado mañana, por quién votaría?” “Yo soy aprista joven”. Ahora a un señor:“Cómo calificaría usted la situación económica general del Perú?” Se hace un lado y nos invita a mirar por adentro de su puerta. “¿Cómo crees tú que está mi condición económica?”
Mampuesto es el nombre que le he puesto yo al segundo barrio, lo que se llama Mampuesto es el cementerio que queda por aquí. Estamos en las laderas de los cerros, una manzana que nos toca da la vuelta y va para arriba. Vamos subiendo y se acercan los perros, ladran, asustan. Llego a un punto en el que hay un descampado hacia abajo, descampado rodeado por faldas de cerros: el Cementerio. Puras cruces, no hay cercos ni nada que delimite. Al costado hay una canchita de fulbito, si se te va la bola la recoges en las tumbas. La calle que está arriba, donde estoy parado, se llama Las Ánimas. Lástima que no tengo cámara de fotos, la vista me impresiona.
A Buenos Aires voy al día siguiente, frente al mar, lleno de pampones, feo. Camino por la arena y se levantan las moscas, miro bien: una rata muerta. Casi la piso. Termino rápido la chamba y me quito, no recomiendo paseos por aquí.
Sobre las encuestas, además de constatar lo sólido que es el sólido norte, me impresionó la cantidad de gente que te responde todas las preguntas igual: ninguno, no sé, no estoy interesado, democracia y dictadura es lo mismo, y debemos cambiar de manera radical; a pocos les interesan los “cambios moderados para preservar la estabilidad”. La típica sensación de ausencia del Estado, de fuera del sistema. La política se mira desde otra posición. Ahora entiendo mejor por qué Paniagua baja, como que no tiene nada que ver con esa gente. Es una pena.
Bueno y a mí me faltaba, hace rato, un pequeño paseo por la realidad.